21.-No me he vuelto a enamorar con tanto abandono como lo hice de Hassán, mi perro Husky de mis 12 años de edad, un verdadero perro salvaje que lo mismo te arrastraba tres cuadras que rompía las ventanas con una pata o te lavaba la cara con adoración. Era una belleza. Era tan salvaje que se lo llevaron a vivir a un rancho, porque nos deshizo la sala, zapatos, ropa, libros, jardín. Era insoportable y adorable a la vez.
22.-La total devoción que siento por los comics de Calvin y Hobbes se la debo a Antonio Ambriz, quien una vez, en la clase de la respetada profesora Alma Rosa Alva de la Selva, me prestó uno de sus libros, haciendo que la maestra me tomara mala voluntad, debido a las descaradas carcajadas que estuve echándome en la clase.
23.-Tardé tres años en lograr quedar embarazada de Luisito, y llegué a pensar que mi adorado chinito nunca llegaría. Supe que estaba él ya en mí un día que estaba meditando y pensé en mi abdomen. De inmediato vi mi cuerpo desde fuera y un pequeño puntito dorado en mi matriz. El análisis médico confirmó el embarazo.
24.-La Batalla de Choapan. Llamada así en honor a la calle donde se celebró la fiesta infantil con menos niños (6) y más adultos disfuncionales de la historia (30). Diversión, liberación, autoexpresión a pasto, con esos maravillosos seres que, ahora sé, son parte de mi club desde antes de esta vida: América Pacheco, Rafael Tonatiuh, Ari Volovich, Karlita Bonita, Roberto Sosa, Efrén Schwarz, Claudia Espinoza, Ximena Atristáin y todos los demás. Pura maciza, nada de pellejos.
25.- Llevo el suave y renacentista recuerdo de una entrevista que me concedió el magistral actor Mario Iván Martínez, cuando yo era estudiante de sexto semestre, me parece. Él estaba en temporada con el monólogo “A la manera de Shakespeare” y al final de la obra me le acerqué, le dije que era estudiante y que de tarea tenía que entrevistar a un actor. Fue tan gentil, dulce, atento. Y la entrevista quedó preciosa. No sé si la conservo, por cierto. La hice en una máquina remington, no había computadoras.
26.- Viaje mágico a Guatemala, Lago Atitlán. La belleza, los olores, las nubes de pueblos montañosos, el ritmo de las diminutas olas en la ribera del lago, el paso por San Cristóbal de las Casas. Volví llena de tantas cosas, de tanta libertad. Aunque también me traje un microbio extraño que me tuvo enferma de reumatismo alrededor de cuatro años. En fin.
27.- Superar la limitación de no poder cantar ha sido estupendo. Dice mi marido que no conoció nunca a nadie más desafinado que yo. Y con paciencia, atención y algunas clases ya enderecé mi vida. No seré nunca cantante, pero es padrísimo no sentirse baldada por ese lado y poder usar el propio instrumento musical: la voz.
29.- Mi cumpleaños número 40. No pudo ser el festejo desmelenado que yo llevaba seis meses imaginando. Lo pasé en un sillón, con mi amiga y compinche Maribell (28 años de aguantarla) al lado, mis hijos, mi marido y el facebook abierto. Tenía apenas un mes de estar operada del tobillo. El festejo virtual estuvo chido, gracias a la magia de las redes sociales.
30.- Libros, libros… Un momento por cada uno. Llevo varios miles. Mi forma de contactar con la vida es el lenguaje, la palabra. Cada que leo un libro, a mi alrededor se transforma la atmósfera. El lenguaje es el instrumento para adjetivar, cualificar a la realidad. Y así, cada que me imbuyo del universo verbal de un autor, todo mi mundo se acomoda a modo de ese lenguaje. Leyendo a Camus soy una, a García Márquez soy otra… Por eso, en mi madurez, he decidido no leer a cualquiera, porque no permitiré entregar mi percepción de la realidad al estilo de alguien que no me haga bien.
32.- Lo admito: nada hay que me deje más tranquila y satisfecha que cumplir con mi deber. Soy moralista y anticuada. Un día lleno de tareas cumplidas a tiempo, en orden, en beneficio de mi casa, me da más paz que cualquier otra cosa. Momentos de trabajo, de imponer limpieza, progreso, orden. Y por eso, también me dejo llevar por la fodonguez, para no ser tan severa conmigo misma y no caer en la obsesión, que mata la creatividad.
33.- Año 2000. Ver a mi primer hijo a mi lado en la cama del hospital, diminuto, precioso…Tomar consciencia de que dependía de mí, ver su cuerpecito y de pronto, sentir una inundación de dicha, miedo, felicidad, tan enorme y tan inexplicable y decidir ahí mismo que quería ser pura y limpia sólo para él. No lo he conseguido, soy tan imperfecta como siempre.
34.-Hundirme hasta el mismísimo infierno por causa de un trastorno siquiátrico, declararme vencida y derrotada, sin fuerza alguna, perder la fe. Llorar años, degradarme física e intelectualmente y pensar en enclaustrarme para no seguir dañando a los míos y luego, encontrar la solución. Tuve cura y poco a poco he ido rescatando fragmentos de mí que habían quedado dispersos en las honduras de la tristeza.
35.-Cerro Hermoso, Oaxaca. 1996. Viajamos Manuel y yo a un festival indígena a Jamiltepec, para hacer una cobertura por parte del INI y terminando el trabajo viajamos al que entonces era un pequeño y pobrísimo pueblito de pescadores, situado entre un pantano, un río, una bahía y el mar abierto. El Cerro Hermoso estaba en un extremo de la bahía y era lugar de habitación de pelícanos grises, garzas y gaviotas. Vimos la pesca del camarón a las tres de la mañana, dormimos en la playa, nos devoraron los mosquitos y nos saturamos de estrellas.
36.- La vez que fuimos a ver a Love & Rockets al Teatro Metropolitan (no nos gustó). El público era de puros darks-trash-punk-zas-cuas-heavy-moles, vestidos de negro-negrote, pálidos con labios negros y sabiéndolo, mi marido se fue vestido de pantalón blanco, huaraches de suela de llanta, camisa blanca con flores amarillas y azules y morralito bordado. Lo hizo a propósito para escandalizar a la solemne concurrencia y se divirtió como loco viendo las miradas asombradas de tantos puristas de la oscuridá. Yo pensaba que a lo mejor nos linchaban, por blasfemos.
37.-Año nuevo Chino de 1982. El mejor de mi vida. Ensayamos durante meses las danzas, bailé con mis amigas Verónica Chau y Verónica Chi un baile divertidísimo: “Las tres hermanitas”. Yo era la hermanita latosa. Dimos varias funciones, presentamos varios números, se bailó el León y el Dragón y al final, en los altos de un restaurante nos dieron una súper cena china por nuestro esfuerzo. Éramos más de 40 fregados chamacos tragones. No me he reído tanto otra vez.
38.- Febrero de 1995. Fin de la carrera de periodismo. Fue tan accidentada mi vida universitaria que fue un milagro que terminara. Llegué a la fiesta de fin de cursos harta de todo, feliz de que se cerrara una etapa que fue para mí más de escollos que de buenos momentos, ya que coincidió con un periodo bastante oscuro a nivel personal. Ahora, estoy buscando titularme y me he reconciliado con esos años.
39.- Marzo del 2004. Me entregan a mi pequeña Carmen Mariana, frágil, dulce, amorosa. Tan deseosa de cariño, como si viniera hambrienta de eones atrás. Mi amiga cósmica.
40.- A mi vida siempre le faltó un algo vago e indefinido que busqué y busqué en lugares, libros y aventuras vacías. Era internet. En serio. Hasta que probé las redes sociales, las páginas de noticias, el email, el Messenger y el Google me sentí a gusto. Complementa al máximo mi vida, pues siempre estoy deseosa de acceso rápido a volúmenes ingentes de información, me encanta hablar con 20 o 30 personas al mismo tiempo sin dejar la comodidad de mi piyama y es lo mío comunicar, expresarme, conectar, pasar el dato, saber más de esto y lo otro y participar en debates, discusiones y conocer siempre nuevos puntos de vista. De aquí soy y no me muevo. Lo que no entiendo es para qué rayos vine con tanta anticipación, si bien pude nacer en 1990 y haberme ahorrado la etapa del llámale a todos para ponernos de acuerdo, del no estaba en su casa, de las máquinas de escribir, los préstamos bibliotecarios, de ya se acabó el libro, préstame tus apuntes, de las agendas de papel y las detestables fotocopias. No obstante, sigo amando los libros y las revistas en papel con todo mi corazón, mis dedos y mi olfato. Para todo hay lugar en este mundo.
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