Orquídea Fong
Pues sí.... al igual que la diputada Edith Ruiz Mendicuti, yo también detesto el reguetón (o como se escriba) y los bailes llamados "perreos". No puedo tolerar ese estilo de música y me molesta ver niños de pequeña edad--algunos festejados por sus padres--ejecutando esos bailes. Y me parece deplorable saber que en esos perreos existe una costumbre aún más alarmante: el moneo.
Y es que, a mi entender, esas manifestaciones son síntomas de una grave desculturización que es suplida por manifestaciones tan auténticas, que resultan sórdidas.El reguetón es detestable porque es de "nacos", sí, es decir, de gente desposeída, de personas sin educación, sin inserción social y sin las ventajas burguesitas que muchos de nosotros hemos recibido en nuestros hogares (y que pensamos que todos tienen) : papá, mamá, o bien, abuelitos protectores, escuela, comida caliente, juegos, cuidados, ropita limpia y bien planchada, una cama para cada persona, juguetes, una habitación propia, lugar donde bañarse diario, respeto a la personalidad, privacidad, zapatos y útiles nuevos cada ciclo escolar, libros, cuentos a la hora de dormir, adultos al pendiente y por supuesto, nada de salir a trabajar antes de ser mayor de edad.
Así como los teporochos tirados en la banqueta, los limpiaparabrisas y los niños que viven en las alcantarillas, el reguetón molesta --me molesta--porque me echa en la cara, con violencia y crudeza, que existe gente al margen de lo que llamamos adecuado, ordenado, decente y agradable. Que hay niños, jóvenes y adultos que crecieron a pesar de todas las desventajas, con profundas perturbaciones existenciales, desconocedores de otra música que les tocara la sensibilidad y les abriera otras opciones. Como dijo mi amiga América Pacheco en su columna en Animal Político ('Como pervertir a una diputada') el reguetón es un género que "grita marginación". Y comúnmente son cosas que preferimos no ver. En unos casos, por desprecio. En otros por hipersensibilidad y en otros, porque se siente mucha impotencia.
Si la diputada, o quien sea, quiere o quiso restringir el perreo, no es por ayudar a los jóvenes, sino por ocultar una realidad molesta. Igualito que cuando pintamos una pared grafiteada y ponemos el letrero de "no pintar" en lugar de resolver el resentimiento social que lleva a un joven a destruir la propiedad ajena. Claro está: ¿Quién puede arreglar toda una personalidad agresiva? Muchas veces ya no hay remedio. Es más fácil pintar la barda y prohibirles acercarse.
Los motivos
La elección de contenidos musicales, televisivos, auditivos e impresos que haga una persona depende de dos cosas:
1.- De lo que tiene al alcance en su medio.
2.- De las preferencias que le dicta su conformación psicológica.
Por ello, es falso, totalmente falso y equivocado concluir que prohibir canciones que hablen de suicidio evitarán que los jóvenes se suiciden, por poner solo un ejemplo. Es precisamente al revés. Los jóvenes con tendencias suicidas eligen contenidos acordes, pues es bien sabido por los psicólogos que todos buscamos confirmación a nuestras creencias básicas. Elegimos contenidos que nos resuenen, y evitamos los que nos hacen disonancia cognoscitiva.
Si tenemos un severo resentimiento social, en lo absoluto elegiremos contenidos preferidos por la gente pudiente, pues quizá, en el inconsciente, lo sintamos como una traición a nuestros iguales.
Un niño que crece en una familia que ha sido pobre y marginada durante varias generaciones, tiene pocas posibilidades de acceder a otra clase de contenidos culturales que no pertenezcan a la marginación. Padres y abuelos consideran normal seguir, por decir algo, los dictados de Televisa en materia de música. Es un referente cultural bien aceptado. Y romper ese ciclo es algo muy difícil.
Se pueden intentar muchas cosas, la peor de ellas: prohibir.
Atisbo de solución
Mi esposo es maestro de canto--se formó como cantante de ópera--y en los últimos diez años ha trabajado con personas marginadas en Tláhuac, precisamente en el área musical. Sé de lo que hablo cuando digo que no hay que ALEJAR a los niños de los contenidos musicales que hablan de violencia, agresión y sexualidad adulta (sí, soy una convencida de que hay cosas que no son aptas para niños). Lo que hay que hacer es ACERCARLES contenidos diferentes. Y dejarlos en libertad.
El trabajo de mi esposo ha consistido básicamente en hacerles oír y cantar piezas de Mozart, Bach, Häendel y otros compositores a niños, jóvenes y adultos que de otra manera jamás hubieran accedido a ellas, ya sea por miedo, sensación de inmerecimiento ("eso es para ricos") o desconocimiento de que tal música existiese. Entre la gente a la que ha hecho cantar piezas como el Aleluya de Häendel, se encuentran trabajadoras domésticas, mecánicos, locatarios de mercado público, amas de casa con apenas la primaria, obreros, choferes de microbús, dependientes de farmacia y más.
He oído no una, sino cien veces, a la gente decirle: "Maestro, después de escuchar esta música, que yo no conocía, ya no SOPORTO el reguetón. Ya no aguanto las cosas vulgares". ¿Triunfo? No lo sé. No sé si es un logro quitarle un adepto a la "música naca". Lo que sí sé, es que es un crimen que una persona sensible haya estado confinada a ciertas expresiones culturales por falta de medios.
Recuerdo una vez que el coro religioso que dirige mi marido se presentó a dar un Concierto Navideño en la Catedral de Chalco. Supongo que saben que durante mucho tiempo Chalco fue casi sinónimo de pobreza y marginación en el Estado de México. Aún ahora, después de años de programas sociales, es una zona de muchas carencias y altos niveles de delincuencia.
Cualquiera hubiera pensado que un programa de piezas corales clásicas--villancicos y otras--hubiera ganado jitomatazos y abucheos en un lugar así, de bajo nivel educativo y en donde, afuerita de la iglesia, sonaba a todo lo que daba un grupo que cantaba narcocorridos. Al contrario: hubo lleno completo, la gente prestó atención respetuosa y muchos terminaron transportados por la belleza de la música. Un señor campesino, de huaraches, sombrero y pies callosos, terminó llorando y aplaudiendo de pie. Fue a darle las gracias efusivamente a cada integrante del coro.
El ser humano tiene hambre de belleza y además, es multifacético. Tiene que expresar su tristeza, su dolor, su odio. Si hay canciones de violencia, es porque algo la genera. Prohibir el efecto OBVIAMENTE no resuelve la causa. Si alguien se quiere suicidar, le puedo esconder la pistola, que entonces usará un cuchillo, o una piedra.
Si un maestro de primaria elige el reguetón o piezas como "El baile del perrito" para sus festivales escolares es porque evidentemente no conoce más. Seguramente un profesor así viene también de un medio marginado.
Que existan todas las manifestaciones culturales y que todas estén al alcance de todos y que sean los padres quienes cuiden de los contenidos que consumen los niños, pero no el Estado. Que se apoye la sanidad sicológica de los jóvenes para que decidan en consciencia qué quieren consumir.
Al Estado, en todo caso, le toca quitar las barreras que impiden que un niño de Chalco escuche tocar a la OFUNAM o vea bailar a la Compañía Nacional de Danza. Le toca garantizar la seguridad de un niño sancionando el maltrato y la violencia intrafamiliar. Le toca garantizar alimentación mínima y programas de estudio que formen en autoestima y derechos humanos.
Una propuesta
¿Qué tal, diputada Mendicuti, una ley que obligue a cada escuela primaria a tener dos funciones de teatro al año, dos de danza, dos conciertos y dos sesiones de cuenta cuentos?? ¿Qué tal que la ley contemple presupuesto obligatorio para pagar esas funciones como parte del desarrollo social y al tiempo, del apoyo a artistas? Piénselo, si es que anda por ahí.
Siempre prohibir lo "malo" ha resultado ser un fracaso. Es mejor dedicarse sencillamente a promover lo bueno. ¿Es tan difícil de entender?
Estoy totalmente de acuerdo con tus conceptos, sobre todo en la propuesta de promover una ley que obligue a los directores o directoras de escuelas primarias a organizar cuando menos dos puestas en escena de una obra teatral, dos conciertos de música culta, en fin, hasta 10 sesiones de cine infantil europeo para que los chiquitines sepan valorar lo que es ver buena televisión. En lugar de gastar el presupuesto en otras banalidades deberían destinarlo a ese tipo de actividades. Pero, estimada amiga, sería legislar para hacer ciudadanos inteligentes, con criterio propio, y eso nunca lo han visto bien los políticos, porque en las nuevas generaciones de mexicanos ya no tendrían cabida gente como la ignara Mendicuti.
ResponderEliminarAsí es, sabemos que es cosa de largo trabajo. Pero el trabajo-hormiga acaba teniendo su efecto, siempre y cuando uno no pretenda resultados inmediatos. Gente ha habido que toda su vida luchó y murió sin ver los resultados de su obra.
ResponderEliminarMuy buena propuesta Orquídea, creo que en vez de proponer esto a la mendifuchi, habría que redactar únicamente las propuestas y hacerla viral en internet ya sea vía pps en youtube o en forma de e-mail al resto del congreso. Besos y saludos. Tu propuesta es muy inteligente.
ResponderEliminarSi, es mejor, en todos los sentidos, acercar el arte y la cultura, principalmente a los niños para que tengan la oportunidad de conocer y elegir, a fin de cuentas en eso consiste el ejercicio de la libertad.
ResponderEliminarGracias por sus comentarios.
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