Orquídea Fong
Es tan insegura la vida humana que constantemente buscamos
augurios en las cosas, indicios, señales de ruta. Es tan incierta que nos
refugiamos en la fe y en las rutinas y nos repetimos constantemente, porque
pocas veces sabemos salirnos de nuestras propias fronteras para reconstruirnos,
para reformarnos.
Este constante repetir de los motivos, este vivir cíclico,
este continuo regreso que, aunque aburre, nos brinda certeza, es la argamasa
que une los ladrillos de la extraordinaria novela La hoja roja, del
recientemente desaparecido Miguel Delibes.
“Me ha salido la hoja roja en el librillo del papel de
fumar”, sentencia cansinamente Don Eloy, el protagonista de la novela. La hoja
roja como símbolo del cercano final, el aviso de ya no más, de falta poco.
Símbolo que en nuestros días requiere explicación, pues poca gente
elabora sus propios cigarrillos.
La hoja roja se colocaba al final del librillo, para avisar
al consumidor que le quedaban sólo cinco piezas de papel. La idea era,
evidentemente, que el fumador se hiciera de un nuevo librillo antes de que
terminara el otro, para no verse en el trance que tanto odian los fumadores: no
poder satisfacer el ansia de un cigarro en medio de la noche.
Muchos son los indicios que interpreta Don Eloy y que le
dicen que le queda poco tiempo. Su jubilación (la antesala de la muerte), el
darse cuenta que en ningún lado encaja, que se ha quedado obsoleto hasta en lo
que antes era bueno: tomar fotografías. Los días se le van ante el fogón, en
donde la Desi, la chica del aseo, cocina, habla y acompaña al viejo.
La trama es simple: Don Eloy, sabe—porque ya le ha salido la
hoja roja del librillo de papel de fumar—que el tiempo se le acaba. Y sostiene,
por otro lado, la teoría de que todo mundo necesita calores. La Desi, por su
lado, ama al Picaza, un joven de su pueblo que está en la ciudad para el
servicio militar. El noviazgo de ambos se desarrolla como tantos otros: él
busca llevarla a la cama. Ella busca llevarlo al altar. Una cosa excluye a la
otra y ella lo sabe y por eso se le resiste.
Don Eloy sueña que su hijo lo cuidará en sus últimos días.
La Desi sueña con su boda y en tanto, ambos acompañan mutuamente sus soledades.
Pero los asideros de los dos estallan. Don Eloy se da cuenta que no cuenta para
nada en la vida de su hijo y al Picaza lo encarcelan de por vida por matar a
una prostituta. Desi y don Eloy se vuelcan en sus rutinas compartidas para
salvarse. El continúa enseñándola a leer y ella no deja de cuidar que coma y
siempre se limpie la nariz, que le gotea. Y van al cine, que ambos disfrutan.
En un remate magistral, Delibes hace decir a Don Eloy—armado
de valor gracias a una botella de vino–: “Hija, ¿Por qué no habríamos de
compartir tú y yo lo poco que tengo?”, propuesta que la Desi no entiende de
inmediato. Y él insiste: “Tendrías estorbo por poco tiempo. A mí me ha salido
ya la hoja roja en el librillo de papel
de fumar… El día de mañana, estos cuatro trastos serían para ti”.
La Desi, al comprender, se bebe de golpe un vaso de vino.
Delibes nos hace ver la enormidad de la decisión que toma la muchacha. Antes,
fuimos testigos de su reticencia inquebrantable ante los asedios del hombre del
que estaba enamorada. Y ahora, no sabemos si por despecho, por soledad o por
lealtad—porque nada la obliga—o incluso por cariño, la Desi expresa, al borde
de las lágrimas, una aceptación dulce y sosegada: “Como usted mande señorito”.
La hoja roja se considera el libro más logrado de Delibes.
Para leer la novela, entrar en:
http://www.scribd.com/doc/6627752/Delibes-Miguel-La-Hoja-Roja
Excelente reseña Orquídea; esta lectura se antoja en estas tardes de lluvía donde el sentimiento humano se descompone con tanta humedad.
ResponderEliminarGracias por leer y comentar, querido Daniel.
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