Orquídea Fong
Desmontar un mito es labor ingrata. El que se atreve puede convertirse en blanco de iras y amenazas, o por lo menos, de burlas. Quien asume este papel tiene, por fuerza, que tener una mente determinada y un espíritu sólido, ya que la cómoda costumbre de no pensar es preferida por las mayorías.
La tarea del analista y del
crítico es denostada frecuentemente. Se la tilda de “negativa”, además de
irreverente, mentirosa, malintencionada y motivada por la envidia. Los que así
la califican son incapaces de ver que tal actividad es el motor del pensamiento
científico, causa de todos los avances contemporáneos.
Dudar de todo, desmenuzarlo todo
y contrastar cada afirmación y cada dato es esencial en cada actividad humana.
En el periodismo, es red de contención a la inevitable tendencia de las
personas de engolosinarnos con nuestras propias percepciones.
Pienso todo esto mientras releo
(para esta reseña) un libro que me ha dejado deslumbrada por sus valores
metodológicos y periodísticos, y que también me tiene hondamente conmovida por
la fuerza de voluntad y tesón que se evidencia en su factura. “El periodismo de ficción de Carmen
Aristegui”, investigación académica y periodística, que además de analizar
el trabajo de la periodista, es verdadera guía de buenas prácticas en el
periodismo.
Cuando este libro fue publicado
en el 2013, levantó furia contra su autor, Marco Levario Turcott. Sobraron los
insultos de baja estofa proferidos por internautas desconocidos y también por
periodistas afamados como Sanjuana Martínez y Ricardo Ravelo, quienes,
despojados de la objetividad a la que nos debemos los comunicadores, se
situaron en el ámbito de la descalificación y la calumnia, lanzaron frases
sarcásticas y sospechas sobre la probidad del autor, sin haber siquiera leído
el libro, ya que cuando lanzaron sus ataques, sólo se había divulgado un avance
de éste.
Acotaré aquí que Sanjuana
Martínez fue sentenciada recientemente
por difundir afirmaciones sin prueba en contra del perredista Jesús Ortega, y
que Ricardo Ravelo se encuentra actualmente al servicio del gobierno de Javier Duarte,
gobernador de Veracruz, un régimen bajo el que han muerto 17 periodistas. Las
ofensas se toman de quien vienen.
Un libro riguroso
“El periodismo de ficción de
Carmen Aristegui”, es una obra de análisis sobre la labor informativa de la
comunicadora a la que miles de ciudadanos han entregado su fe ciega, en una
suerte de religiosidad laica intensamente dogmática.
De Aristegui afirman sus
admiradores que es la única periodista en México que es honesta, valiente y que
se atreve a decir la verdad. En este libro, el autor cuestiona severamente la
calidad del trabajo periodístico de Aristegui, mediante el único modo posible:
el análisis de contenido y la revisión de datos duros.
Al ser un libro académico, la
obra que hoy recomiendo delimita de manera muy estricta su campo de acción. No
presenta la trayectoria completa de Aristegui, sino que elige siete casos
emblemáticos de su actuar periodístico al frente de los micrófonos de MVS,
emisora de la que ella salió hace un año, en circunstancias por todos
conocidas.
Los casos elegidos son muestra de
los mayores “hits” en alcance mediático logrados por Aristegui y, para el
autor, son ejemplo de lo que cataloga como “periodismo de ficción”, es decir,
periodismo sustentado en la hipótesis no comprobada.
Con rigor, humor y cifras, el
autor expresa su convicción de que lo que lo que la audiencia percibió en estos
siete casos como un periodismo decidido fue, en gran medida, una bien
practicada retórica, en la que el uso de verbos en condicional y frases
ambiguas abren la puerta a la sospecha y dejaron al auditorio de Aristegui con
la sensación de que había mucho, mucho más de lo que en realidad se nos dijo.
En el libro se destaca la
costumbre de la comunicadora de utilizar construcciones verbales como “valdría
la pena saber”, “¿Qué hay detrás de todo esto?”, “¿Qué es lo que no se nos
dice?” y otras en el mismo tenor. Aludir a lo no dicho en cualquier caso periodístico es, a mi modo de ver, un
recurso inagotable para mantener el suspense,
pues inagotables son las facetas no mencionadas en cualquier fenómeno. Sin
embargo, cosa muy distinta es conseguir los datos relevantes para una
investigación periodística mediante un trabajo concienzudo y presentarlas ante
la audiencia, sin importar si dichos datos favorecen el punto de vista personal
del periodista.
A pesar de que Aristegui ha
cumplido ya un año fuera del aire, esta obra resulta ser totalmente pertinente.
En el aniversario de su salida del aire, ocurrida hace unas semanas, la
periodista anunció, como si de una gesta heroica se tratara, su pronto regreso
en un nuevo proyecto. Sigue siendo indispensable tomar en cuenta lo que Marco
Levario tiene que decirnos sobre la labor de quien llegó a ser una voz tan
influyente.
Por un periodismo ético
En el periodismo, como en toda
labor de investigación, partimos en muchas ocasiones de hipótesis. La sospecha
que nos pueda generar una situación, en la que intuimos una buena historia, es
un punto de partida válido, pero si a lo largo del trabajo de investigación
nuestra hipótesis inicial se ve desmentida, y la historia se va por otro lado o
simplemente se convierte en nada, el periodista debe tener la ética y la
humildad para aceptarlo.
Al desmenuzar siete casos
emblemáticos del trabajo de Aristegui (los casos de las “Camionetas de
Televisa”, “las tarjetas Monex”, entre ellos), Levario Turcott demuestra que el
trabajo de la periodista más santificada fue deficiente, dominado por su ego y no regido por el oficio.
Nos demuestra que Aristegui
eligió a priori una postura, determinó responsabilidades y/o culpables, escogió
únicamente los datos que favorecían su hipótesis inicial, dedicó excesivo
tiempo aire a defender sus puntos de vista favoritos, tuvo invitados que validaron
dichos puntos de vista e ignoró datos que no los apoyaban. Cuando sus “casos”
se hicieron insostenibles, simplemente los dejó languidecer, sin dar un
correcto cierre ante la audiencia, permitiendo que permaneciera la sensación de
que ella siempre tuvo la razón y que el “silencio” en torno al desenlace era
parte de lo que “alguien” no quiso que
se supiera nunca.
Auténtica labor de investigación
“El periodismo de ficción…” fue para mí un oasis intelectual. Me
aportó datos que llenaron amplias lagunas informativas, y en retrospectiva,
pude ver que la inmensa mayoría de la información que se dio sobre estos casos,
a nivel medios, siguió la batuta de Aristegui. Y es que es más fácil (para el
público) creer en difusas conspiraciones, que investigar, delimitar y
comprobar. Y para muchos medios, es mucho más rentable el sensacionalismo
fundado en sospechar en torno a lo que sea, que dedicar tiempo, dinero y método
a ir al fondo de las cosas.
A los periodistas y otros
profesionales de los saberes sociales nos forman en el pensamiento científico,
pero desafortunadamente pocos hacen gala de ello. Marco Levario sí, y además,
intenta, en todo momento, conservar su honestidad intelectual, que lo hace
señalar errores, pero también aciertos.
A pesar de que expresa
abiertamente su desacuerdo con Aristegui, y en ocasiones es notorio su enojo
por la falta de ética que a su juicio ha mostrado la periodista, señala repetidamente
a lo largo del libro que su voz y estilo deben
continuar en el ámbito noticioso mexicano, no porque sea perfecto, sino porque
ello es parte de una sociedad democrática.
Pero, señala, la democracia no
únicamente debe permitir todas las voces, sino al mismo tiempo el análisis de
las mismas. El periodismo no debe ejercerse sin contrapesos, por más que el
periodismo sea contrapeso del poder. El interés del autor al escribir este
libro es ofrecerlo.
Cualquier figura que adquiere
relevancia pública, en cualquier terreno, debe ser observada y criticada.
Entiéndase “crítica” en el sentido estricto, como análisis objetivo y riguroso,
no como chismorreo y difamación. Este libro jamás toca terrenos personales,
como sí lo han hecho muchos detractores de Aristegui, que han indagado acerca
de su vida privada y hecho cruel mofa de ella e inventado apodos detestables
que difunden por donde pueden.
Marco Levario ha hecho un
esfuerzo intenso y exitoso por traernos información detallada, extensa. No
obstante, su objetivo primordial, expuesto por él mismo en diversos momentos,
no se alcanzó: debatir seriamente sobre el ejercicio periodístico en nuestro
país. En cambio, su obra fue tomada (por causa de los furibundos ataques hechos
por fans de la periodista) como parte de un intento de “denigrar” a Carmen
Aristegui, como persona.
De la lectura de su libro queda
claro que el verdadero periodismo es la difusión de lo que es incontestable,
fundamentado en datos, no en especulaciones. Yo le agradezco por ello.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAl periodismo de Aristegui es "manipular la informacion" para su conveniencia
ResponderEliminarseñalar sin pruebas se llama chisme, no periodismo. o tal vez periodismo de espectáculos.
ResponderEliminardecir que Aristegui hace periodismo es lo mismo que decir que Arjona hace música
ResponderEliminarno amigo, señalar lo hacemos cualquiera de nosotros. Un periodista debe investigar y tener todo el sustento de lo que dice, si no es un vil chismoso. Vamos, hasta la Chapoy hace investigación
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